• Nombre oficial: Broad Peak
  • Altura: 8.047 m.
  • Lugar: Cordillera del Karakorum – Pakistán
  • Año de la Expedición: 1998 – 2007 – 2015
  • Integrantes de la expedición 1998: Iván Vallejo en una expedición internacional.
  • Integrantes de la expedición 2007: Edurne Pasabán, Ferrán Latorre, Asier Izaguirre, Iván Vallejo.
  • Integrantes de la expedición 2015: Carla Pérez, Esteban Mena, Iván Vallejo.
  • Auspiciantes 2015: Explorer, Diners Club, Corporación Favorita, Pronaca, Ministerio del Deporte, KIA.
  • Colaboradores 2015: Salud S.A, Seguros Equinoccial, PETZL, DHL.

BROAD PEAK

Para ti coronar un ochomil, es como para mi atajar un penal

1998

Estamos en el Campo 3 a 7.250 metros, son las 02h25 y antes de que suene el despertador ya empiezo a moverme. Pregunto a Kari por el tiempo y él, a voz en cuello muy emocionado, grita que hay estrellas por todo el cielo. ¡Vaya, y yo que anhelaba que ahora mismo hubiese mal tiempo pues me sentía decaído!

En calidad de sonámbulo prendo el hornillo y preparo té para mi termo. Lentamente me alisto y repaso una a una las cosas que debo llevar en la mochila: el par de guantes y de gafas extra, una chaqueta adicional de forro polar en la que va envuelta la cámara de video, dos rollos de película y el termo con té caliente. Mientras me visto con todas las prendas escogidas expresamente para el asalto a la cima, tomo a sorbos cortos una bebida caliente con la esperanza de que esa única taza, que logro ingerir evitando la náusea, me dé la energía suficiente para llegar. Después de dos horas, ya dispuestos para partir hacia la cima, salimos de la carpa y nos encontramos con nuestras caras de mala noche y de falta de oxígeno; pero como regalo, una luz preciosa entre rosada y violeta, muy suavecita, al fondo del horizonte donde se empiezan a dibujar las siluetas de cientos de montañas en la cordillera del Karakorum.

Aunque no hay viento, lo cual se agradece, hace mucho frío, ¿-25 grados tal vez?

Nos acomodamos las mochilas, nos colocamos los guantes y como intuyo que no tendré quórum para rezar, lo hago solo:

– “…. permíteme volver de regreso, de ser posible con la cima, pero en cualquier caso sano, entero y con vida”

Inmediatamente nos enfrentamos con una ladera de nieve más o menos pronunciada que se complica al estar tan blanda. Sin embargo, formamos un equipo muy fuerte. Kari, Robert y yo nos turnamos la punta y cada quien disfruta el gran placer que significa abrir la huella en una montaña tan alta como esta.

A mi turno me topo con nieve más blanda todavía. Tengo que dedicarme con tenacidad en cada paso, siguiendo ese ritmo que aprendí el año pasado en el Manaslú: respirar, ascender y respirar. A las 06h30 debemos parar. Robert tiene problemas en sus pies, siente mucho dolor por el frío (25 grados bajo cero) y nos vemos obligados a ayudarle con masajes. Medianamente arreglado el contratiempo debemos seguir; la larga pausa hace que ahora los tres tiritemos de frío.

Después de la extensa pendiente de nieve, nos topamos con la rampa que conduce al collado entre la cumbre central y la cumbre máxima. ¡Qué rampa Dios mío! Está cubierta casi en su totalidad de hielo con una inclinación promedio de 50 grados. Y para colmo arranca en los 7 600 m y termina a los 7 800. Trabajamos con el martillo y el piolet resoplando como locomotoras. Los últimos metros para acceder al collado son más emocionantes por lo empinado de la ladera; todos llegamos con el corazón a diez mil por hora y con los pulmones colapsados.

Después de reponerme de la última acrobacia, volteo a ver hacia la arista final que conduce hasta la antecima. ¡Qué arista!, alta y afiladísima, de un costado hay unas enormes mazorcas de nieve colgando coquetamente hacia el vacío, y del otro, un muro de roca que abruptamente va a descansar, casi 700 metros más abajo, donde están las carpas del Campamento III. Cuando salgo en su dirección, mi vocecita interior que, por suerte siempre aparece, me demanda concentración total.

Hago una travesía por la cara rocosa de la montaña y luego regreso a las cornisas de nieve. De nuevo paro para descansar apoyando mi cabeza en la cruz del piolet; inhalo y exhalo desordenadamente, sin ritmo y entonces siento esa maldita tos seca, que aparece siempre cuando uno se encuentra sobre los 8 000 m. Obligadamente debo concentrarme para coordinar mejor mis movimientos; empiezo a divagar otra vez y a perderme en el limbo. Pero mi vocecita está ahí, para ser escuchada:

– ¡Vamos Vallejito, concéntrate, inhala y exhala, un paso… luego otro. Vamos…. tranquilo!

Otra vez la bendita náusea y nuevamente la vocecita. —No te compliques, para esto entrenaste…

Así de repente viene la imagen de un lunes en la mañana con cielo azul y decenas de personas en plena actividad haciendo ejercicio. Y yo, frente a la Cruz del Papa en el paruqe la Carolina realizando interminables piques, obligando a mis músculos, corazón y pulmones a sobrepasar su rendimiento normal. Sobre todo para soportar el dolor.

—¡Hey Vallejo, aterriza, ahora estás en Pakistán. Sí claro, en el Broad Peak, en Pakistán!

En el transcurso de esa vaguedad he ganado más metros, mientras Roberto resuelve la canaleta final de la antecima. Ahora es mi turno y empiezo a com- plicarme en este último resalte. ¿Cómo lo hizo Robert? Creo que no fue tan fácil para él. ¡Ah!, claro es mi estatura, ahí está el detalle, mis escasos 1,65 m no me sirven por ahora y me veo obligado a realizar acrobacias para llegar hasta la arista que conduce a la cumbre. Al fin arribo resoplando como tetera a punto de explotar. Nos juntamos Kari, Robert y yo en la antecima; ahora seguimos la larga línea de la arista que lleva hasta la cumbre principal. Este terreno ya no es complicado, pero hay que andar con cuidado sobre una grava bastante inestable, añadiendo a eso el viento que no deja de sacudirnos. Se achica la distancia, se acerca cada vez más ese punto por el que hemos bregado las últimas semanas.

Y por fin, a las 11h40 del 6 de julio estamos en la cima de la duodécima montaña más alta del mundo: el Broad Peak, en la cordillera de Karakorum. De mi parte hay lágrimas, gritos y abrazos con Kari y Robert.

Qué afortunado soy de ser el dueño de esta vida mía, preciosa, con todo lo que eso conlleva y significa: mis errores, mis aciertos, mis equivocaciones, mis propias decisiones, buenas o malas pero mías. Por encima de ello, yo, soñador entusiasta, luchador tenaz y optimista, ahora en la cima de esta hermosa y exigente montaña, logrando el tercer escalón en la búsqueda de mi más alto peldaño.

Un poco más en calma, comienzo a saborear la visión de esos miles de picos que flotan sobre el congelado mar de hielo, y que son subyugados por la imponente presencia del K2, la montaña de las montañas, que aparece en frente, casi en mis narices.

En el intento de sacar las banderas para documentar el momento, me topo con ese paquetito arrugado, que alimentó gran parte de mi entusiasmo para escalar el Broad Peak: dos fotografías y una carta.

“Papi, yo he pensado que para ti coronar un ocho mil es como para mi atajar un penal. Es por eso que cada sueño tuyo que se hace realidad forma parte de mi vida…”

2007

Campamento Base del Broad Peak, domingo 15 de julio de 2007.

 Reciban un saludo muy cariñoso con toda la alegría que tengo después de haber logrado la cima del Broad Peak la décima segunda montaña más alta del mundo.

El jueves 12 de julio a las doce del día, junto con mis compañeros: Edurne Pasaban, Ferran Latorre y Asier Izaguirre fuimos los primeros en llegar a esta cima de la cordillera del Karakorum, después de una larga y fría jornada de doce horas desde el C3 que lo habíamos colocado a 6 900 m. Yo ya estuve en esta montaña en julio de 1998 junto con Kari Kobler, en ese entonces preparándome de cara a mi primer Everest. He vuelto a esta montaña después de siete años, con un poco más de recorrido, es cierto, pero, gracias  a Dios, con la misma ilusión, dedicación y entusiasmo como si fuera mi primera cumbre, mi primera montaña, mi primer ocho mil. Es por eso que estoy tan feliz porque al haber llegado a esta cumbre he confirmado que mi satisfacción y felicidad no suceden en mí por el resultado de las estadísticas.

No, en absoluto. Ellas suceden por el simple hecho de poder realizar uno de los ejercicios que más disfruto en la vida: reconocer mis limitaciones, vencerme a mi mismo y llegar al punto más alto de una loma, una colina o una montaña muy alta, como en este caso. Este ejercicio que hace muy poco tuve la oportunidad de hacerlo una vez más en el Annapurna lo he vuelto a repetir aquí en la Cordillera del Karakorum, llegando a la cima del Broad Peak a 8 047 m. Que bonito que fue llorar una vez más y abrazar a mis amigos en la cima, teniendo como testigo, al frente nuestro, al maravilloso e impresionante K2 (8 611m) la segunda montaña más alta del mundo.

COMO UNA HOJA EN BLANCO

¿Qué ha significado para mí subir por segunda vez a una misma montaña y por idéntica vía, sabiendo que la cuota de exigencia y de inutilidad que uno siente por encima de siete mil metros es siempre la misma?

Al verme en cada una de las fotos que he tomado en esta ultima ascensió encuentro la respuesta. Ha significado idéntica ilusión, igual entusiasmo y las mismas ganas como si fuera mi primera montaña, mi primer ochomil. Ahí está la clave para disfrutar de aquello que tentadoramente lo podríamos catalogar de antemano como rutinario, con lo cual estamos echando por encima  una lápida fría y pálida para sepultar con el ahogo uno de los dones más preciados de cualquier ser humano que se precie de estar vivo: la capacidad de asombrarse.

Esa misma capacidad que a veces equivocadamente creemos que es patrimonio único de los niños. Tener la posibilidad de sorprenderse cada día es un acto de humildad, darlo  todo por sabido o por conocido es un acto de arrogancia que impide crecer, mejorar y en su instancia más importante y profunda, disfrutar y ser feliz.  Es un acto de sencillez brindarse a cada día como una hoja en blanco que va a ser escrita por las lecciones del universo y de la vida, por todas las que hay en  la lista, por las más prosaicas y por las más grandes.

 Es cierto que ya había subido al Broad Peak en 1998 y que el glaciar del Baltoro, que lleva hasta esta montaña y a otras de las tres más altas del mundo, lo iba a recorrer por cuarta vez. Pero cuando asumí la  propuesta de acompañar a mi querida compañera Edurne Pasaban tuve presente que tenía que volver como una hoja en blanco.

2015

Lograr la cima del Broad Peak como complemento de la preparación para Carla Pérez, de cara a su nuevo intento al Everest sin oxígeno.

Fue una preciosa expedición, volvía al Broad ppor tercera vez, esta vez con un gran equipo de grandes amigos en una expedición muy pequeña de tres integrantes. Adicionalmente en el Campo Base nos juntamos con Juanito Oiarzábal y Mikel Zabalsa, que también venían al Broad Peak.

Colocamos los tres campamentos necesarios en los sitios habituales, bajamos al último descanso para el ataque a la cima.

El 23 de julio estuvimos de vuelta en el Campo 3 pero a pesar del optimismo veíamos con claridad que la calidad de la nieve era de una pésima calidad

A las 3 de la mañana del día siguiente salimos de camino a la cima Carla, Topo, Juanito, Mikel y un servidor. Fue una  ascensión muy fría y muy incómoda en una nieve que ratos nos hundíamos hasta la cintura. En medio de una brega desigual logramos llegar al collado entre la cumbre norte y la principal. Nos tomamos un descanso para poder encarar la arista que conduce a la antecima. Apenas dos largos pudimos escalar. Las condiciones de la arista eran de terror! Cornisas llenas de aire, rompiéndose en un dos por tres.

No hubo manera de poder seguir. Así que hasta allí llegamos, media vuelta con los churos hechos al Campo Base.