• Nombre oficial: Makalu
  • Significado del nombre: El gran negro
  • Altura: 8.463 m. Es la quinta montaña más alta del mundo
  • Lugar: Cordillera del Himalaya – Nepal
  • Año de la Expedición: 2004
  • Integrantes de la expedición: Ricardo Valencia, Alex Txikon, Iñaki Ochoa, Peter Gugemos, Jovi Ogwyn, Iván Vallejo.

MAKALU

EN BUSCA DE LA MINÚSCULA CIMA DEL MAKALÚ

Alex, Iñaki, Jovi y Peter colocaron el Campo III en la tarde del viernes 14 de mayo. Nosotros permanecimos en el CII azotados por un inclemente y fortísimo viento. Esperando que amainara el vendaval, nadie se movió ese día de sus respectivos campamentos. A las once y media de la mañana del día sábado 15 de mayo por fin llegó la calma. 

A la media noche del domingo 16  Ricardo y yo salimos del Campo II; dos horas después nos encontramos con nuestros compañeros y continuamos juntos camino a la cima. Decidieron no seguir Peter y Jovi.

Este es relato del día de la cima.

8.170 metros

Hacemos una parada. Nos hidratamos a sorbos cortos, yo como tostado y pistachos. RIki sube despacio, puedo comprobar que siente el agobio de estar por encima de ocho mil metros, al llegar a nuestro sitio se desploma sin más y allí yace, tirado en el piso como un despojo, respirando con angustia buscando recuperarse del ahogo. Alex y yo solo le observamos, inmutables, incólumes ante la desesperación ajena.

¡Qué cruel que esta lucha por la supervivencia ¡

Pero siempre nos queda al menos un pizca de eso que abajo en el valle se llama solidaridad y con eso podemos volver a reinvindicarnos como seres humanos. Nos animamos mutuamente y seguimos.

La rampa de nieve por la que ahora subimos va a dar hasta el pie de una gran pared de roca cuya arista conduce a la tan ansiada cima del Makalu, que visto desde aquí es apenas un minúsculo picacho de roca. A mis espaldas y a la derecha, con la fuerza que les otorga la tierra emergen de un mar de montañas el Everest y el Lhotse, como observando cada paso que doy, cada cosa que hago; entonces se me ocurre pensar que por alguna razón ahora mismo me está apoyando, pues al haber tenido la posibilidad de llegar hasta sus cimas, ellas (las montañas) saben el amor que me mueve y la pasión que siento en cada aventura.

Al llegar al muro de roca creo más conveniente sacarme los crampones para escalar con menos torpeza. Cruzamos palabras de ánimo entre Alex y yo, disfruto de su compañía, de su amistad y de su entusiasmo. Iñaki sube solo por delante de nosotros.

8.300 metros.

Las diez de la mañana, me siento feliz y con lucidez total, consciente de absolutamente todo lo que está ocurriendo, de los colores del cielo, de la textura de la roca, de las sensaciones que tengo, de la distancia que me falta para llegar a la cima, de la foto que me debo tomarme en la cumbre con la camiseta que me enviaron de regalo mis hijitos. Que afortunado me siento en medio de este cansancio porque estas pulsaciones tan aceleradas y tan alocadas me hacen saber que sigo vivo, muy vivo, como ese niño que al inicio quiso ser torero y luego quiso ser, y se hizo, montañista.

8.400 metros.

Las once y media de la mañana, por fin en la arista final desde donde se mira la línea que conduce a la cima, apenas cincuenta y tres metros por encima de nosotros.

Paramos a descansar para tomar el último aire. Sabiendo que lo que nos separa de la cumbre es muy poco, Alex y yo nos emocionamos mucho, nos damos un abrazo precumbre y lloramos; pero falta, falta un poco más todavía. Cuando arrancamos de nuevo vemos que Iñaki ya baja de la cima, desescalando, por lo empinada que es la última parte. Al pie del pináculo final nos encontramos con él, nos abrazamos, le felicitamos, le filmamos y nos tomamos fotos. Él nos esperará en la arista hasta que bajemos de la cumbre.

Por un corredor angostito y muy empinado de unos setenta y cinco grados de inclinación, escalo utilizando el martillo y el piolet; subo alucinando al saber que me encuentro escalando al puro estilo de cualquier pared de los Alpes, pero nada más y nada menos que a 8.450 metros en la quinta montaña más alta del mundo.

Cuando llego al punto más alto de lo que creía que era la cumbre…¡oh sorpresa! No es la cima todavía; la verdadera cumbre está todavía distante a unos cien metros más de longitud y a unos veinte metros de desnivel; y está formada por el pináculo más pequeño que jamás me haya podido imaginar en todos los años que llevo subiendo montañas. La arista que hay que cruzar para alcanzarla es de terror, delgadita como ella sola, como una hoja de afeitar, flanqueada a cada lado por unos abismos bestiales que van a dar a unos tres mil metros más abajo, por lo menos, a los valles del Barun.

Ni loco se me ocurre avanzar hasta allí sin seguro (con lo que confirmo que Iñaki estaba un poco loco); saco la cuerda de la mochila le ato a Alex, me ato yo y avanzo colocando un seguro intermedio en la ladera de la nieve. Llego a unos ocho metros por debajo de la cima y se me acaba la cuerda, espero por Alex a que llegue a mi sitio y le pido que aprovechando el seguro continúe con la escalada y sea el primero en llegar a la cima. No quiere hacerlo, insiste en que yo sea el primero (que nobleza de ser humano) que continue, con el pretexto de que se me amortiguarán más los pies si no me muevo pronto; le convenzo de que vaya primero a la cima para filmarle y tomarle fotos. Entonces escala, sube, se apoya y por fin llega al puntito más alto y pequeñito del Makalu. Se emociona, llora, alza los brazos y me agradece, le tomo fotos, le filmo, se da un respiro y baja. Ahora me toca a mi, me da seguro, va soltando la cuerda de a poco, subo por las mismas huellas, me apoyo muy despacito en  el pedazo de nieve que forma la cumbre y por fin me puedo erguir en la cima del Makalú a 8.463 metros, en la quinta montaña más alta del mundo.

Es el medio día del 16 de Mayo, con la una mano me estoy sosteniendo del piolet que esta clavado en la cima, y con la otra en alto en señal de victoria.

Le ofrezco esta cima a mi querida hermana Katyta y a mis dos hijitos; sacó enseguida la bandera del Ecuador y acomodándome precariamente Alex me filma y me toma fotos. Con el abultado guante que llevo puesto me doy modos para secarme la emoción que me ha mojado las mejillas. Le agradezco a la cima y por las mismas voy de bajada.

Cuando llego donde Alex aparece Riki, le damos los últimos ánimos. Desde el lugar que estamos le damos a él también seguro para que logre su cima. Es la una y media de la tarde cuando Riki llega a la cima, lo hace muy emocionado, se le pasó el cansancio, se le fue el agotamiento. Ahora goza y disfruta de su propia cima del Makalu que la logra en su segundo intento.

Bien por ti Ricardo, bien por ti Alex, bien por ti mismo Ivancito.

Ahora nos toca bajar.